Lo predecible se transforma en sorpresa
Karma Tenpa
Sobre el autor
Karma Tenpa recibió en la India en los años 2005 y 2007 las ordenaciones habituales en la tradición monástica tibetana. Ambas fueron conferidas por S.S. Kenting Tai Situpa. En la actualidad reside y da enseñanzas en el Centro budista Kagyu Dechen Ling de Madrid, vinculado a Dag Shang Kagyu.
También imparte enseñanzas en otros Centros budistas y en diversos ámbitos sobre filosofía budista, meditación y compasión basadas en la tradición budista y las ciencias contemporáneas.
Es fundador de la Comunidad Virtual Bienvenido a tu Mente. Desde ella comparte, por diversos medios de comunicación, enseñanzas de atención plena y compasión para la vida cotidiana.
Redes: Web: www.karmatenpa.com, Instagram: karma_tenpa, Facebook: Karma Tenpa
Lo predecible se transforma en sorpresa
Nos movemos en la vida como si ya conociéramos el guion. Reaccionamos a las dificultades con patrones aprendidos, atrapados en la inercia de lo que nos resulta familiar, aunque nos cause sufrimiento. Sin embargo, la realidad está llena de instantes inesperados que pueden transformar nuestra experiencia. ¿Y si aquello que damos por sentado pudiera revelarnos algo nuevo? ¿Y si la rutina del pensamiento se rompiera con un solo gesto de atención, permitiéndonos redescubrir lo que siempre ha estado ahí? La sorpresa no es solo un evento externo, sino una cualidad interna: la disposición a ver lo de siempre pero con nuevos ojos.
Cuando las aflicciones nos envuelven y parece que nos arrastran, recuperar el equilibrio se puede iniciar en un humilde comienzo, reconociendo aquello que aún nos sostiene. La gratitud, incluso en su forma más simple, puede ser ese primer paso que nos devuelve a la vida, ofreciéndonos una nueva perspectiva en medio de la tormenta.
Es cierto que los problemas y las preocupaciones tienen una fuerza magnética, nos atrapan en un espiral de dolor que parece oscurecer nuestra claridad y vitalidad. Cuando el dolor se enfoca solo en sí mismo, deja de ver todo lo que ocurre a su alrededor, transformando nuestra experiencia en un sufrimiento rutinario y predecible.
Sin embargo, este «predecible» también puede ser una construcción mental que hemos reforzado con el tiempo. Nos hemos acostumbrado a dar protagonismo al conflicto, a las dificultades, a la frustración o al desánimo, olvidando mirar de cerca nuestras capacidades, recursos y fortalezas. Muchas veces, estas están tan próximas que pasamos por alto su presencia.
Aquí es donde la gratitud entra como un recurso poderoso para abrir el corazón y renovar nuestra conexión con nosotros mismos y los demás. La gratitud nos invita a detenernos, a mirar con ojos nuevos y reconocer aquello que hemos recibido y que aún nos sostiene. Pero antes de ello, está el redescubrimiento de la capacidad de asombrarnos: de romper con la rutina de la mente y permitirnos ver, más allá de lo tedioso, la riqueza que nos rodea. Es en ese espacio donde comienza la transformación.
La impermanencia y la interdependencia nos muestran la urdimbre que tejen todas las cosas de la vida, las personas, la naturaleza, el tiempo, la palabra, el silencio, la intención, el encuentro, la despedida, el amor, la muerte y una larga lista que te animo a explorar hasta que te sorprenda la necesidad de ¡agradecer!
“La gratitud, corazón de la plegaria”
Lo que cuenta en el camino hacia la plenitud es que recordemos la gran verdad que los momentos de sorpresa quieren enseñarnos: todo es impermanente e interdependiente. La medida en la que estemos despiertos a esta verdad será la medida de nuestra gratitud; y la gratitud es la medida de nuestro estar vivo. ¿Acaso no estamos muertos a todo aquello que damos por supuesto?
David Steindl-Rast
Reconocer y aceptar, procesos distintos
Siempre está sucediendo una de las varias posibilidades. El carácter interdependiente e impermanente de las cosas puede ser reconocido pero no siempre comprobado, al menos no por el intelecto solamente. Solo la experiencia de vida puede comprobarlo, y en la vida hay más de lo que el intelecto puede reconocer.
Reconocer y aceptar son procesos distintos, despertar a ello es un proceso vital gradual. Nos resulta difícil asumir la interdependencia porque tendemos a sobrevalorar la independencia. Crecer no solo implica aprender a valernos por nosotros mismos, sino también reconocer el momento en que necesitamos pedir ayuda y permitirnos recibirla. Vivir con una actitud abierta a la sorpresa, incluso en medio de las pérdidas que la vida inevitablemente trae, nos conecta con una sensación más plena de estar vivos.
Prueba ejercitarte en la gratitud y experimenta por ti mismo cómo la gratitud te puede rescatar del sentimiento de indefensión o soledad cuando compruebas cómo has sido, y continúas siéndolo, sostenido por tantísimas causas y condiciones que no responden a tu voluntad y que puedes considerar como una ofrenda constante hacia ti.
Luego haz surgir la voluntad de llevar a la acción la afirmación que seguramente te visitará: “Puedo honrar lo recibido, retribuyendo con gratitud tanto como pueda por el bien de los demás”
NAIKAN
Este siguiente ejercicio, que tomo prestado del libro “NAIKAN. La gratitud, la gracia y el arte japonés de la introspección” (Naikan. Gratitude, Grace, and the Japanese Art of Self-Reflection) por Gregg Krech, me sorprendió por el enorme despliegue de memoria y reconocimiento que hace nacer su práctica. Estos siguientes puntos puedes explorarlos en distintos lapsos de tiempo: el día de hoy, ayer, el mes pasado, y así tan atrás como quieras. O tomar un año o época en particular de tu vida, por ejemplo, el colegio, el instituto, la universidad, o el primer trabajo. Incluso el actual. Prueba con el siguiente ejemplo, que puedes aplicar luego a cualquier espacio de tu vida.
En el día de ayer:
– ¿Qué he recibido _______________?
– ¿Qué le he dado a _______________?
-¿Qué problemas y dificultades he causado a ____________?
El examen sincero de nosotros mismos no es tarea fácil. No siempre nos sentimos entusiasmados a visitar nuestros paisajes más íntimos, sobre todo cuando nos resultan áridos y dolorosos. Pero de la mano de la compasión dejamos fuera la recriminación basada en la vergüenza y esa suerte de fatal atracción de buscar, para maltratarnos, eso que hemos llamado faltas y errores.
Tiene una cualidad reparadora reconocer nuestras torpezas y acciones que han causado inconvenientes y heridas a los demás. Todo es parte de nuestra vida y, con un sentimiento de integración y sanación, nos encontramos con todo ello. Es posible que descubramos, si acaso, por primera vez, que hemos hecho lo que hemos podido y desde muchos condicionamientos que ahora comenzamos a ver con claridad.
En Naikan, el libro mencionado más arriba, encontré esto que viene muy al caso: “Ese tipo de introspección deja poco espacio para culpar a los demás o para lamentarnos de cómo nos han tratado. En vez de eso, quedamos totalmente desprovistos de excusas, racionalizaciones y autojustificaciones, lo que nos permite ver nuestra vida tal como la hemos vivido. Hay un gran poder en la realidad tal como es”.
Como seres humanos, tenemos el sincero deseo de conocernos a nosotros mismos y de encontrar un significado en nuestra vida. Y tenemos la capacidad de hacerlo. Es posible que seamos las únicas criaturas del universo que pueden reflexionar sobre sí mismas. Podemos observar nuestros propios pensamientos y sentimientos, y recordar las acciones y acontecimientos del pasado como si nos observáramos en un espejo. Esta capacidad de introspección tiene la llave de nuestra libertad, al tiempo que brota de las raíces de nuestro propio sufrimiento.
Si no dirigimos deliberadamente nuestra atención a las innumerables maneras en que el mundo nos sostiene, corremos el peligro de quedar atrapados en problemas, obstáculos y desafíos, lo que puede llevarnos a un estado de sufrimiento que nos inmoviliza.
Vuelve a los tres interrogantes planteados más arriba: ¿Qué he recibido de…? ¿Qué le he dado a…? y ¿qué problemas y dificultades he causado a…? Cópialos y quédate con ellos trabajando de manera detenida, comprometida y amable. Tal vez sea una “medicina de feo sabor”, pero confía que cura.
La introspección y la triple transparencia
Parafraseando a Joan Halifax, podemos decir que para afrontar el sufrimiento sin quedar atrapados en él ni caer en la desconexión, es esencial primero encontrar estabilidad en nuestra mente y desarrollar una relación de confianza con ella. Este es el fundamento de una presencia que no huye.
Desde esa base, podemos abrirnos plenamente a la vida, tanto en nuestro interior como en el mundo que nos rodea, con una mirada clara y sin condiciones.
Por último, con coraje, permitimos que nuestro corazón se expanda para recibir el mundo tal como es, sin rechazar ni negar su dolor o miseria. A este proceso de apertura y transparencia Joan Halifax lo llama una «triple transparencia»: ser claros con nosotros mismos, ver el mundo con lucidez y permitir que el mundo nos vea en nuestra autenticidad.
Por el mero hecho de haber nacido y crecido, algún “rasguño”, al menos, la vida nos ha hecho. Muchos de ellos cicatrizaron sin dejar siquiera marca; otros han dejado marcas que, cuando las miramos, nos muestran nuestro dolor, pero también nuestra capacidad para sanar.
Cada día es una oportunidad para cultivar una mirada más abierta y una presencia más receptiva. Cuando ejercitamos la gratitud y la introspección, nos descubrimos sostenidos por una red de interdependencias que nos nutren y transforman. La vida, con su mezcla de gozo y dificultad, nos invita a una relación más íntima con nosotros mismos y con los demás. Al final, lo que parecía predecible se convierte en el umbral de lo asombroso: la posibilidad de vivir con más conciencia, ligereza y sentido.
Me despido con estos interrogantes, esperando que te acompañen en tu reflexión y en tu camino hacia una mirada más abierta y consciente:
- ¿Cuántas veces has sentido que la rutina del sufrimiento era inquebrantable y qué pequeños gestos podrían ayudarte a mirar más allá de ella?
- ¿Cómo cambiaría tu percepción de ti mismo y de los demás si tomaras conciencia de todas las formas en las que eres sostenido?
