Tāranātha y «El no yo de las personas»

Tāranātha (1575-1634) fue un influyente monje, historiador y maestro budista tibetano vinculado a la escuela Jonang, aunque considerado también en otras escuelas, como la escuela Shangpa Kagyü. Es conocido por su profundo conocimiento del budismo indio y tibetano, así como por sus escritos históricos y filosóficos. Tāranātha fue una figura clave en la preservación y transmisión de la doctrina Shentong, una interpretación filosófica del Madhyamaka que resalta que todos los fenómenos están vacíos de existencia inherente y nos lleva, a través de la meditación, a descubrir su naturaleza última.

Se dice que Tāranātha tenía un conocimiento tan vasto sobre la India que muchos creían que había viajado allí, aunque nunca lo hizo. Recopiló sus conocimientos basándose en textos antiguos y en las historias de peregrinos y comerciantes indios que llegaban al Tíbet.

En su libro ༄༅། རྒྱལ་བའི་བསྟན་པ་ལ་འཇུག་པའི་རིམ་པ་སྐྱེས་བུ་གསུམ་གྱི་མན་ངག་གི་ཁྲིད་ཡིག་བདུད་རྩིའི་ཉིང་ཁུ་ཞེས་བྱ་བ་བཞུགས།, La esencia del néctar: Comentario sobre las instrucciones esenciales de las etapas de los tres tipos de individuos en la aplicación de las enseñanzas del Buda, explica las etapas del camino para distintos tipos de personas y habla de las perfecciones que debe practicar el bodhisattva, haciendo especial hincapié en la perfección de la sabiduría. De este tratado se ha extraído la contemplación sobre “El no yo de las personas”, que presentamos a continuación, donde se profundiza en la comprensión de la ausencia de un yo inherente.

Traducción de Sukha.

དམིགས་སྐོར་ང་གསུམ་པའོ།

El no yo de las personas

A lo largo de nuestra existencia cíclica sin principio, nos hemos acostumbrado a aferrarnos al concepto de «yo» como «ser», y hemos llegado a la convicción de que existe un ser continuo. Sin embargo, este «yo» o «ser» en realidad nunca ha existido. Esta es la base de la meditación.

Si eso que se denomina un «yo» o un «sí mismo» existiera verdaderamente, debe de haber algo delimitado como una entidad personal independiente, un yo de la persona. Pero la existencia material de tal cosa nunca ha sido demostrada. Por lo tanto, como no se puede encontrar ninguna existencia material, tampoco se puede probar la esencia de un yo de la persona. Sin embargo, el ego tiene una manera de aferrarse a este yo inexistente como si existiera. De acuerdo con esta percepción engañosa, creo que el yo es permanente, único e independiente. De ahí surge el pensamiento “El año pasado hice tal cosa” y “Este año haré tal otra” y “El yo del año pasado era así” y “Mi yo en el presente es así”. Pensar que seguiré existiendo así es lo que se llama “aferrarse al yo como algo permanente”.

Cuando surgen estos pensamientos presentes, consideramos que los acontecimientos externos e internos son distintos de mí. Nos parece que hay una esencia de un yo que se establece en el núcleo de nuestro ser y que no está mezclado con esa multitud de experiencias y apariencias. Eso es «aferrarse a un yo como algo único».

Me parece que el yo es dueño de ciertos goces, sustancias y posesiones. Eso es “aferrarse a un yo como algo independiente”.

Aunque estas diversas formas de aferramiento son un modo de percepción, no se puede demostrar que las cosas sean así en verdad. Si el yo fuera permanente, entonces, si experimentáramos felicidad una vez, siempre tendríamos que experimentarla. Si experimentáramos sufrimiento una vez, siempre tendríamos que sufrir. Si estuviéramos atrapados inicialmente en la existencia cíclica, nunca llegaría un momento de liberación futura. De manera similar, utilizando la misma lógica a la inversa, si llegara un momento de liberación futura, significaría que nunca se experimentó una existencia cíclica previa. Sin embargo, tanto la felicidad como el sufrimiento se experimentan y ocurren incidentes individuales de esclavitud y liberación. Por lo tanto, debemos concluir que no hay un yo permanente.

El yo como algo único tampoco es una proposición aceptable. Aunque parezca que existen las diversas partes que componen el cuerpo y la mente, los ojos no son el yo. Los oídos, la nariz, la lengua y la mente tampoco son el yo. Si cada uno de ellos fuera el yo, entonces habría muchos yoes. Si cada uno de ellos no fuera el yo, entonces no se podría encontrar un yo.

Además, si el yo fuera un agregado, tendría que ser transitorio. Si fuera algo distinto de un agregado, entonces, cuando algo es visto por la conciencia del ojo, entraría en contacto con todo el cuerpo del observador. Yo tendría la percepción de que toqué el objeto. Por lo tanto, un «yo» o «ser» que tenga la naturaleza de la singularidad no está demostrado. Puesto que su singularidad no está demostrada, tampoco lo está su independencia. Además, puesto que podemos ver claramente que todos los sucesos dependen de condiciones, la existencia de un yo independiente es imposible.

Por lo tanto, no se puede establecer un yo fuera de los agregados. Un yo no mora dentro de los agregados. Cada uno de los agregados individualmente no es el yo. El yo no es una especie de envoltura que encierra a los agregados.

El yo no es el conjunto de los agregados, no es un todo que sea distinto de cada uno de los agregados. Por lo tanto, el denominado «yo» es una mera imputación mental, un aspecto de confusión, una distorsión, que en última instancia, no existe en absoluto.

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