Acabar con el crítico interno (Rob Burbea). Primera parte

Imagen representativa del crítico interno

Esta es la primera de tres partes, donde Rob Burbea nos habla sobre el crítico interno, qué es, sus efectos, y cómo acabar con él. Esta charla ha sido traducida del inglés por Sukha.

Nota sobre la autoría

Esta es una charla de Rob Burbea, cuyos materiales son custodiados por Hermes Amāra Foundation (HAF). El rol de HAF es custodiar las extensas enseñanzas de Rob Burbea, así como apoyar a los maestros y sangha (comunidad de practicantes) que participan en ellas.

Puedes encontrar la charla original en este enlace, junto con su transcripción en inglés. Para quienes comprendan bien el inglés, siempre recomendamos acudir a la fuente original.

La traducción al castellano es responsabilidad de Sukha y se ha realizado con permiso de HAF.

Acabar con el crítico interno (Rob Burbea). Primera parte

Entonces, está el crítico interno. ¿Qué es esto que llamamos crítico interno? Estoy seguro de que muchos lo conocéis, pero para aclararlo: es esa dinámica interna, esa estructura, casi como una subpersonalidad, que nos menosprecia y nos empequeñece constantemente; la voz de la negatividad, de la autocrítica, del autojuicio. Es el juez interno que nos culpa y nos regaña constantemente. Es una sensación de vergüenza penetrante: vergüenza por lo que somos, por cómo somos, por quiénes somos. Dureza… El entorno interno, el clima interno, es de dureza.

Es, por supuesto, una fuerza de aversión y menosprecio que, cuando es intensa, prácticamente nos mantiene en el desprecio hacia nosotros mismos. Cuando esta estructura o dinámica está en funcionamiento, sentimos que no somos suficientes ni adecuados. Quién soy y cómo soy no son suficientes. Siento que no soy digno. ¡Cuánto dolor puede estar atrapado en esta estructura y causado por ella! ¡Cuántos estragos y devastación! Es increíble. Para algunas personas es tan prevalente y tan recurrente en su mundo interno que es difícil imaginar que pueda no estar ahí y difícil imaginar la vida sin esa fuerza. En nuestra cultura es algo extremadamente frecuente. Lo que percibo a menudo cuando hablo con la gente es que esta dinámica es muy habitual en nuestra cultura y que es muy normal que la gente sufra por ello.

Antes de nada, es importante saber que esto ocurre. A menudo, las personas que sufren esta constelación del crítico interno sienten que «soy solo yo», de alguna manera «algo va mal en mí y tengo este extraño patrón de autocrítica» o, cuando es extremo, de autoodio. Es realmente importante saber que no somos los únicos. Uno no está solo en esto. A veces, si vienes de retiro a Gaia House, hay pequeños grupos donde la gente comparte. Si alguien se atreve a dar voz al dolor de esta experiencia del crítico interno o del juez interno, podemos sentir un suspiro de alivio en toda la sala: «Uf, menos mal, no soy el único, esto lo compartimos». Por eso es importante saber que no estamos solos en esto. A veces, una persona cree que le pasa solo a ella.

En el otro extremo, a veces asumimos que todo el mundo lo tiene, salvo que haya tenido una crianza milagrosamente libre de disfunciones. Se trata básicamente de algo que todo el mundo tiene, que está ahí. Esta es la otra asunción extrema, en cierto modo. Curiosamente, tanto si asumo que estoy solo en esto, que soy el único, como si asumo que todo el mundo lo tiene, que absolutamente todo el mundo lo tiene, ambas asunciones opuestas tenderán a llevarnos a una sensación de desesperanza.

Es bastante interesante, de hecho. Chris me preguntó qué iba a enseñar hace unos catorce meses. No recuerdo en qué grupo, pero alguien me preguntó: «¿Vendrás a hacer un día sobre…? ¿Sobre qué te gustaría hacerlo?». Fue mucho antes, y unas semanas más tarde me pedisteis un título. Y dije: «Hablaré sobre el crítico interno».

Y estaba pensando (estaba escribiendo un correo electrónico) «¿cómo lo titularé?». Recuerdo haber pensado en «Liberación del crítico interno» para una y «Terminar con el crítico interno» para la otra. Estaba en la oficina de Gaia House y me volví hacia un par de coordinadoras y les pregunté: «¿Qué os parece como título?» Y me miraron y me dijeron: «Sin duda no puedes terminar con él, ¿no es parte de la vida?» Predomina la idea de que «esto es algo con lo que nacemos, por la razón que sea —entraremos en esto—, pero va a estar con nosotros hasta nuestros últimos días». Y, por supuesto, no es así. Es posible acabar con ello. Así que me gustaría retitular la charla de hoy «Cómo acabar con el crítico interno». Es posible acabar con él, lo sé a ciencia cierta.

Es comprensible el dominio que tiene el crítico interno o el simple hecho de que exista para nosotros. Tal vez, especialmente, dada nuestra historia. Tal vez por nuestra historia familiar y algunos de los mensajes, explícitos e implícitos, que absorbemos de la dinámica familiar. Quizás. Pero tal vez también por el sistema educativo. Hay un mensaje que, sin duda al menos cuando yo iba a la escuela, se incluía y se comunicaba de forma implícita en la manera misma en que se nos enseñaba y en todo lo que rodeaba la educación. Por tanto, es comprensible e importante no culparse por la existencia de esta estructura dentro de una. Es comprensible dada la historia.

También es muy interesante que tal vez sea un fenómeno cultural; es decir, este crítico interno aparece sobre todo en culturas como la nuestra. Por ahora no es tan común en la mayoría de las culturas orientales, lo cual me parece bastante interesante. Esto podría ser una charla y un tema en sí mismo. Nosotros tenemos, debido al Renacimiento, la Ilustración y otras cosas que sucedieron históricamente, una cultura individualista. Con todo lo bello y todas las bonitas libertades que conlleva. Damos por hecho que somos individuos libres para perseguir y explorar nuestros propios caminos. Pero también tiene un lado oscuro. Hay una fragmentación de la sociedad y de lo que nos sostiene y nos apoya. Y aún más, en algunas sociedades, ahora vemos una correspondencia real entre este tipo de relación infeliz consigo mismo y la existencia de la cultura del consumo. Así que el individualismo y la cultura del consumo van de la mano. Podemos pensar: «No soy presa de eso. No caigo en ese consumismo». Pero es el aire que respiramos. Está en los mensajes que recibimos. Cuando se hace fuerte, el crítico interno —como ha sucedido— alcanza proporciones epidémicas. Se alimentan mutuamente. Será interesante ver qué sucederá a nivel global a medida que la globalización, el ethos y la ética consumista se expandan. Este es un tema completamente aparte. Pero es comprensible.

Exploremos qué impacto, qué fuerza tiene en nuestra vida. Tiene tantos efectos diferentes, tantas maneras en que sus dedos tocan distintos aspectos de nuestra vida, tantas maneras en que nos controla, nos oprime, nos constriñe. Solo quiero escoger unas pocas. Una de ellas es la forma en que afecta a nuestra práctica y a nuestra relación con la meditación y la práctica espiritual, así como a nuestra relación con nuestro proceso y viaje espiritual, psicológico, etc. Con mucha facilidad, el «debería» llega a la práctica. La fuerza y la motivación de la práctica se ven usurpadas por este crítico interno y se convierte en un «debería»: «Debería meditar. Debería concentrarme. Debería ser más amoroso, debería hacer esto, debería hacer aquello».

A menudo esto se traslada con mucha fuerza a la práctica. Con un «debería», por supuesto —casi se puede oír en la palabra—, el «debería» es presión. Trae una sensación de presión y de estar presionados en nuestra relación con lo que, en realidad, es un regalo: la práctica, la investigación. Esto es bastante interesante. Esa presión tiene muchos efectos diferentes: puede bloquear, constreñir, inhibir, apagar, puede acabar con toda la práctica. Puede quitarle el jugo y la alegría. Y así, lo que podría sentirse como un viaje de investigación bastante jugoso y alegre, debido a esta presión, a este «debería», es fácil que se vuelva algo bastante seco, frágil y falto de alegría (algo que, a veces, sucede a algunas personas).

Cuando hay presión, también puede ocurrir que nazca algo así como otro personaje interno en reacción a esta presión. En reacción al crítico interno aparece la manifestación del rebelde interno. Sientes que el crítico interno te presiona: «Tienes que meditar. Debes meditar esta cantidad cada día. Debes hacerlo mejor». Tienes que, tienes que, tienes que, tienes que…». Entonces aparece el personaje del rebelde interno: «No quiero hacer eso. ¿Por qué iba a tener que hacerlo?». Se siente la necesidad de abandonar la práctica. Espero que podamos retomar esto esta tarde. Pero el rebelde interno es, en realidad, una manifestación de una fuerza vital saludable; hay algo muy saludable en nosotros que dice «no, esto no está bien». Es mi vitalidad, mi naturaleza dinámica, que surge quizás de una forma no muy constructiva. Volveremos a esto, espero.

Pero el «debería» y la presión pueden tener todo tipo de efectos. Otra forma en que esto afecta a nuestro proceso y a nuestra práctica es que puede restringir, inhibir o bloquear nuestra capacidad para cuestionar, para hacer preguntas profundas sobre la vida, para formular las preguntas más profundas y hermosas. Preguntas profundas de la vida: «¿Cómo quiero vivir? ¿Qué es lo más importante para mí? ¿Qué es esta existencia? ¿Cómo puedo verla con más claridad, con más profundidad?» Estas son preguntas muy potentes y profundas, y es muy importante poder hacerlas. Es parte de nuestra libertad innata poder ser libres para hacer tales preguntas y preguntarnos profundamente sobre la vida y sobre nuestra existencia. Cuando el crítico interno está presente, esa capacidad de cuestionar se ve obstaculizada, junto con muchas otras cosas.

A veces, las preguntas son muy profundas. A veces lo que se ve constreñido es una especie de nivel continuo de curiosidad e indagación sobre nuestra experiencia. No hace mucho tiempo, estaba hablando con alguien y me comentó algo muy común: en un retiro, tratando de trabajar con la meditación en la respiración, llega a una entrevista y dice: «Hay todo este planificar. ¿Por qué estoy planificando? ¿Por qué estoy planificando?» Pero «¿por qué estoy planificando?» en realidad no era en absoluto la pregunta, y ni siquiera sonaba como una pregunta. Era solo un juicio disfrazado de pregunta. En realidad, no estaba preguntando «¿por qué estoy planificando?», sino que era el crítico interno el que decía: «Esto no debería estar sucediendo, no está bien. No estoy bien porque no puedo concentrarme». Todo esto ocurre tan naturalmente que ni siquiera nos damos cuenta de que está sucediendo. Estamos tan acostumbrados a respirar ese aire… Y, sin embargo, ¿cuál es el efecto de eso? Básicamente, no cuestionar «esto no debería estar sucediendo», la no aceptación de nosotras mismas, la no aceptación de lo que está sucediendo (en este caso, algo de dukkha, algo de sufrimiento con la experiencia). Y entonces es imposible investigar: ¿qué hay debajo de esta planificación?, ¿por qué hay planificación?, ¿cuál es la experiencia de la planificación?, ¿qué la mantiene en marcha?, ¿qué sucede cuando planifico?

En el Dharma hablamos de las Cuatro Nobles Verdades. Con la primera, Buda dijo: «Hay sufrimiento». Es la primera: hay dukkha, hay insatisfacción, malestar, descontento. En cierto sentido, esas dos palabras —en realidad es una sola en pali; simplemente dukkha— expresan que esta es la condición en la que nos movemos. Esto forma parte de la condición humana: lo encontraremos en el cuerpo, en la mente, en las relaciones, en el entorno. Nos encontraremos con ello. A veces habrá insatisfacción. Pero, junto con esa única palabra, «hay sufrimiento», también está implícita una invitación a aceptar ese hecho. Esta es la condición humana: habrá sufrimiento. No cabe duda de que lo encontraremos. Lo encontraremos todos los días. Si existe esa aceptación, muy pronto surgirá el crítico interno y dirá: «No está bien, no lo acepto, no debería estar sucediendo, no estoy de acuerdo con que esto suceda». Así no puedo dar el siguiente paso hacia la Segunda Noble Verdad, que consiste en investigar qué está causando este sufrimiento. ¿Tengo que sufrir solo porque hay planificación en marcha? ¿O la planificación está enmascarando algo? ¿Quizás un dolor más profundo? Podrían ser muchas cosas. Pero no puedo investigar sin aceptación.

Esta capacidad de cuestionar, la más hermosa de nuestras capacidades humanas, de cuestionar con profundidad, de manera incisiva y tenaz sobre la existencia, se ve muy limitada. En relación con la práctica, a menudo la pregunta se convierte en: «¿Lo estoy haciendo bien? ¿Está bien esto? ¿Estoy bien?» Y a veces ni siquiera sabemos que eso es en lo que se ha convertido la corriente de cuestionamiento: «¿Lo estoy haciendo bien?» Toda la profundidad y el poder de esa corriente, que podría ser nuestra práctica, con toda la alegría y el descubrimiento, se ve limitada por esta pregunta: «¿Lo estoy haciendo bien? » O, en las relaciones, de alguna manera, está presente el crítico interno: «¿Pensarán que soy estúpido? ¿Pensarán que soy aburrido?» A través del crítico interno surge mucha ansiedad social porque no estamos bien con nosotros mismos, porque no hay amor propio ni aceptación propia incondicional, ni esa calidez hacia uno mismo. Y es inevitable que se manifieste en la forma en que soy con los demás.

Hace un tiempo, alguien se dio cuenta, de nuevo en un retiro, de hecho, una vez más, tratando de desarrollar la práctica con la respiración, de que esa era la pregunta: «¿Lo estoy haciendo bien?» Fue muy liberador darse cuenta. Entonces, ¿es posible cambiar la pregunta y comenzar a hacerme preguntas diferentes durante la práctica? Al estar con la respiración, ¿«lo estoy haciendo bien? Esto no puede estar bien», ese pequeño murmullo persistente en el fondo, la pregunta se convierte en: «¿Cómo estoy?» Esa es una pregunta muy diferente. Es una pregunta amable. En esa pregunta hay amabilidad en lugar de cumplir con exigencias. «¿Cómo estoy?» Y, en algún momento, también se convirtió en: «¿Qué es útil ahora?» Una vez más, es una pregunta que encarna, manifiesta y expresa amabilidad. «¿Qué es útil ahora en relación con la respiración, en relación con profundizar en la concentración?» Es muy diferente de «¿Lo estoy haciendo bien?».

Todavía quiero perfilar un poco más el territorio de este crítico interno. Es interesante, si tenéis en cuenta la colección de charlas y discursos de Buda —que probablemente sea una estantería bastante grande, con cuarenta y cinco años de enseñanzas—, no conozco ni una sola ocasión en que hable de esta dinámica. Simplemente no aparece. En lugar de eso, habla mucho sobre esforzarse, sobre maximizar nuestro esfuerzo, sobre comprometernos totalmente con nuestro deseo de despertar. Es un lenguaje bastante diferente. Actualmente, como maestros en esta cultura, debemos ser muy cuidadosos. Si empezamos a utilizar palabras como «esfuerzo», para mucha gente aterrizarán en el crítico interno y se interpretarán desde ahí, lo que causará todo un caos en nuestro interior, así que tenemos que ser muy sensibles para expresar las cosas de forma diferente, porque es una fuerza muy potente y prevalente en el dharma en Occidente.

Por lo tanto, si digo que el crítico interno, debido al dolor y a su predominio, necesita ser desafiado, debemos hacerlo juntos como una cultura del dharma, como una cultura occidental más amplia y también como individuos. El crítico interno debe ser desafiado. Incluso al decir esto soy consciente de que podría escucharse a través del crítico interno. Entonces no solo sufro el dolor del crítico interno, sino que también tengo a alguien diciéndome que debería desafiarlo; en otras palabras, debería superarlo y haberlo resuelto, así que soy un fracaso por culpa del crítico interno. Con frecuencia, filtramos lo que vemos y escuchamos a través de la lente del crítico interno. Nos sentimos juzgados y vistos a través de esa lente. Es casi como si lo proyectáramos hacia fuera. Y, muy tristemente, a veces encuentra su camino para colorear relaciones que podrían sernos más nutritivas. A veces, con esta proyección de juicio, con esta proyección del crítico interno hacia afuera, incluso con una pareja íntima, nos dicen o no nos dicen algo y sentimos que nos están juzgando, que nos están mirando a través de esa lente. O con un maestro, con una figura de autoridad. De nuevo, el propósito de cualquier maestro o, a veces, incluso de la relación psicoterapeuta/cliente, es el amor, el crecimiento… Sin embargo, a veces, en esas mismas relaciones, que podrían ser las más hermosas y sanadoras, puede entrar esa proyección. Desafiarlo no significa falta de amabilidad, sino todo lo contrario: es un movimiento de amabilidad.

Como dije antes es posible que surja el rebelde interno cuando alguien dice: «El crítico interno necesita ser desafiado». Y surge el rebelde interno. En lugar de estar en contra del crítico interno, se manifiesta en contra de la práctica. Tenemos dos fuerzas discutiendo dentro de nosotros, contra lo que debería sernos útil. Pero la posibilidad en la práctica es inmensa, es absolutamente inmensa. Si hay algo que llevarse de hoy, es que es posible liberarse de esto.

He estado pensando en esto y hoy quiero hablar de cómo avanzar hacia la libertad con esto, de cómo desbancar esta fuerza y disolver esta estructura. Lo pensé y surgió. No se trata en absoluto de una lista exhaustiva, sino de dos grupos de cinco enfoques y prácticas, y quiero explorarlos a lo largo del día. El primer conjunto de cinco es para los momentos en que el crítico interno tiene mucha fuerza, cuando estamos en sus garras, cuando nos está estrangulando y está estrangulando nuestro corazón. El segundo grupo de cinco son formas en las que podemos practicar, enfoques que podemos adoptar, reflexiones, etc., cuando el crítico interno no está tan activo, en momentos en que está un poco más tranquilo.

Aquí están los cinco primeros para quienes disfrutáis con las listas y estáis escribiendo. Los revisaré con mucho detalle hoy:

(1) El primero es la práctica de la bondad amorosa, mettā.

(2) El segundo es aprender a llevar la amabilidad a nuestra atención plena y aprender a darle espacio al crítico interno.

(3) El tercero es investigar, utilizar la atención plena para investigar al crítico interno y, si se quiere, obtener cierta objetividad a través de la atención plena y la investigación.

(4) El cuarto es aprender a cuestionar al crítico interno y comenzar a sondearlo a través de nuestra capacidad de cuestionamiento y mediante el diálogo con él.

(5) Y el quinto es reclamar nuestro poder, reclamar nuestro sentido saludable de poder interno: no me refiero a poder sobre alguien, sino al poder que llevamos dentro. Cuando sentimos que no tenemos poder, que estamos siendo aplastados bajo el talón de lo que el crítico interno está infligiendo, justo en ese momento es posible acceder a nuestro poder. Esto es en lo que quiero profundizar. Los otros cinco los abordaré hoy en la sala.

Quizás comience ahora mismo con el primero,  mettā. Mettā es una palabra en pali que significa bondad amorosa, una amistad profunda. En parte, es una práctica de meditación, pero también es algo más: es sembrar con paciencia las semillas de la amabilidad y los buenos deseos hacia nosotros mismos y hacia todos los seres. A menudo, las personas utilizan frases como «Que yo sea feliz, que esté en paz, que seas feliz, que estés en paz», etc. Al repetir estas frases, se intenta conectar con ellas y, con el tiempo, esto tiene un impacto muy potente. Por supuesto, cuando el crítico interno es fuerte, cuando esa dinámica está en marcha y tiene todo su poder, su locomoción y su impulso, repetir pequeñas frases como «que esté en paz» parece una broma. Puede parecer ridículo, como escupir en el océano. Lo que parece real en el momento del crítico interno es el propio crítico interno. Las percepciones y los pensamientos del crítico interno parecen reales y convincentes. Pero solo estamos atrapados en un tipo de percepción. De alguna manera, desde un punto de vista, el crítico interno es solo un hábito, o se podría decir que son ciertos pensamientos habituales que giran en torno a ciertos tipos de pensamientos negativos y de autojuicio, como dijimos antes. Se trata del hábito de esos pensamientos, junto con el hábito de creérnoslos. Desde una perspectiva, eso es lo que es el crítico interno. Se trata de una órbita, una órbita cerrada de pensamientos negativos sobre uno mismo y la creencia en dichos pensamientos.

Eso es todo, en cierto modo. Lo que resulta muy liberador es la palabra «hábito». Es solo un hábito que ha crecido, se ha calcificado y puede estar muy arraigado. Comenzamos a adquirir diferentes hábitos de pensamiento y de creencia. Llegaré a esto. Cuando practicamos mettā, estamos lanzando una especie de satélite de pensamientos diferentes que, con el tiempo, se vuelven habituales: pensamientos de amabilidad, paz, aprecio y celebración hacia nosotros mismos. El hábito del crítico interno pierde su poder y gana más fuerza el hábito de amor hacia nosotros mismos. Se trata de tiempo y repetición. Y también se afloja la adherencia a la creencia —a la que volveré—. Simplemente, está atascada en una manera de percibir las cosas con cierto tipo de gafas que nos hacen creer que el crítico interno es la verdadera realidad. Con la práctica de mettā he visto milagros, no solo en mí mismo, sino también en otras personas, milagros absolutos. Una persona puede estar tan atormentada y aprisionada en esta estructura durante años, incluso décadas, y, con paciencia y mediante la práctica de la bondad amorosa, seguir plantando semillas, incluso cuando se siente ridícula y risible, como una buena agricultora o jardinera, y la práctica dará sus frutos. Algo comienza a descongelarse en el bloque de hielo. Algo comienza a descongelarse y las aguas de la amabilidad comienzan a fluir. Con solo tiempo, paciencia y un poco de fe.

A menudo, cuando existe este patrón del crítico interno, surge un fuerte auto-desprecio, hasta odio hacia uno mismo. A veces pensamos: «Voy a darme metta a mí mismo». Esto puede ser muy fructífero. Pero también es muy útil dejar que mettā se extienda y dárselo a los demás. Cuando se lo envío a los demás, es inevitable que también me inunde a mí. Esas aguas me bañan en su camino hacia afuera, es inevitable. En cierto modo, me sano tanto dando amor incondicional a los demás como dándomelo a mí.

Y, sin embargo, necesitamos el amor de los demás. Con frecuencia, en las culturas meditativas tendemos a pensar que todo el soltar, la liberación, toda la claridad, todo debería venir de uno mismo. Cierro los ojos, voy al interior y, gracias a mi propia práctica, las cosas se liberarán. Y, por supuesto, hay un enorme poder y potencial en desarrollar realmente nuestra propia práctica meditativa y, en general, nuestra práctica del dharma. Pero ¿no es un enorme regalo cuando otros nos expresan su amor? ¡Cuánta sanación puede provenir de alguien que nos expresa su fe en nosotros! Hay momentos en que no podemos creer en nuestra propia bondad y potencial, y alguien nos dice algo.

A menudo se lo digo a la gente y me dicen: «Sí, a menudo la gente me felicita: “¡Bien hecho!” y yo sencillamente lo ignoro. Lo dejo pasar y no llega a ningún sitio». Aunque sí que me refiero a eso —es como aceptar los cumplidos—, en realidad me refiero a algo más potente. No sé, desconozco si habéis tenido esto, sea en el lado que recibe o en el lado que da: cuando alguien te mira muy atentamente y sientes que te miran, sientes penetrar su mirada, y quizás quieres escabullirte, quizás quieres salir de esa intensidad, pero sabes que te están mirando con profundidad y, quizás, con mucha más claridad y realidad de lo que tú puedes ver en ese momento. Y te dicen: «Te veo. Te veo y veo tu bondad. Veo tu belleza. Y me da igual lo que digas o lo que pienses». No puedes escabullirte, te tienen ahí, te han atrapado. A veces, esto puede llegar muy hondo a una persona. Si habéis estado en el lado que recibe esto, como yo lo he estado, o en el lado que da, como también he estado…, es muy apropiado, es lo correcto, ya sea como maestro o como psicoterapeuta. Una persona no puede verse completamente en ese momento, no puede ver su propia belleza. En cierto modo, le estamos dando a alguien el regalo de una visión más realista en un momento en que no puede mirar de esa forma. Y con el tiempo, con un poco de suerte, aprende a absorber esa mirada y puede mirarse de la misma manera, de una forma profunda y viendo toda la belleza que hay.

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