Acabar con el crítico interno (Rob Burbea). Tercera parte

Esta es la tercera de tres partes, donde Rob Burbea nos habla sobre el crítico interno, qué es, sus efectos, y cómo acabar con él. Esta charla ha sido traducida del inglés por Sukha.

Nota sobre la autoría

Esta es una charla de Rob Burbea, cuyos materiales son custodiados por Hermes Amāra Foundation (HAF). El rol de HAF es custodiar las extensas enseñanzas de Rob Burbea, así como apoyar a los maestros y sangha (comunidad de practicantes) que participan en ellas.

Puedes encontrar la charla original en este enlace, junto con su transcripción en inglés. Para quienes comprendan bien el inglés, siempre recomendamos acudir a la fuente original.

La traducción al castellano es responsabilidad de Sukha y se ha realizado con permiso de HAF.

Acabar con el crítico interno (Rob Burbea). Tercera parte

Exploremos un poco más y entremos en la siguiente lista de cinco. Quizás no lleguemos a todos, pero no pasa nada. Como dije antes, el primer grupo de cinco enfoques de los que hablé está disponible cuando experimentamos un ataque del crítico interno y pueden ser muy útiles como antídotos y maneras de abordar lo que está pasando. Este segundo grupo de cinco son cambios de perspectiva que podemos practicar cuando el crítico interno no es tan fuerte y nos sentimos relativamente bien. Cuando practicamos estos enfoques, algo cambia en nuestra forma de mirar, lo que socava el poder del crítico interno en general.

Una visión del crítico interno es que es una forma de manifestación de la autoimagen, de las creencias de sí mismo o de la estructura del ego. En cierto modo, es una manifestación generalizada de la autoimagen. La autoimagen es la sensación de ser un yo y un tipo particular de yo, ya sea un yo fantástico o terrible, que tiene un funcionamiento particular que es cierto en todos los ámbitos. Tenemos una autoimagen, sea la que sea (soy así, soy asá, bueno, malo, lo que sea), y esa autoimagen hace que la atención sea selectiva. Es decir, tengo la autoimagen de que soy un fracaso aburridísimo y miro el mundo desde esta autoimagen. De toda la totalidad y la complejidad, de la miríada de impresiones disponibles en cualquier momento o a lo largo del día, esta autoimagen actúa como un filtro y empiezo a seleccionar. Miro la sala y empiezo a ver, a enfocar, digamos, las expresiones de ciertas personas que parecen mirarme diciendo “Realmente eres un fracaso aburridísimo «. [risas]

La creencia crea una selección de la atención. Esa es la información que filtro e interpreto de un modo concreto. En eso me concentro. ¿Y a dónde nos lleva todo esto? Nos lleva de vuelta aquí, refuerza el surco, vuelve a salir en forma de atención y así se repite. Surgir dependiente. Es parte de ello.

En primer lugar tenemos que saber que esto está sucediendo. Es una fuerza muy poderosa. Y, de nuevo, es algo que está sucediendo todo el día y probablemente buena parte de la noche también. ¿Puedo entrenarme para ver diferente? ¿Puedo practicar una manera de ver diferente? ¿Puedo ejercitarme para ver otras cosas? En otras palabras, mi atención va como un imán a este tipo de cosa en concreto, ¿puedo dirigirla a otro sitio? Esa es una cosa. Y ¿puedo practicar ver más la totalidad de las cosas, sin ser tan selectivo hacia esta cosa o aquella otra, lo cual solo corrobora mi autoimagen, solo ata el nudo más fuerte? Hay algo importante en practicar poniendo la atención en lugares distintos y viendo más de la totalidad. En cierto modo, esos dos movimientos son parte de lo que es la meditación. De este modo no estoy atado y encerrado, reforzando una y otra vez esta perspectiva de mí mismo, del crítico interno. Si estoy atrapado en ella, esto será todo lo que podré ver.

Entonces, necesitamos ver algo distinto, habitar algo diferente con nuestra atención. (1) Una de las cosas es: ¿veo lo bueno que hay aquí? ¿Veo mi propia bondad? ¿Reconozco y me tomo el tiempo para sentir mi propia belleza y bondad? ¿Alguna vez habéis tenido una conversación, quizás con alguien a quien queréis, y le habéis escuchado cuando está sufriendo un ataque del crítico interno? Escuchas lo que dice: “Soy horrible, blablabla”. Estás sentado mirándole y piensas que no está viendo ni esto ni aquello, que se está perdiendo todas las cosas buenas y bellas que tú sabes que hay ahí. Vemos esto  de forma mucho más clara cuando sucede en los demás, pero cuando somos nosotros mismos quienes experimentamos un ataque del crítico interno, sucede exactamente lo mismo. Hay una especie de parpadeo de la atención, que se fija en ciertas cosas y así las sigue reforzando.

¿Cómo sería estar con, o como decimos en el dharma, predisponer la mente, dirigir la conciencia, habitar en una rememoración, un reconocimiento, una admisión de nuestra propia belleza y de lo que es bello en nuestro interior, de las cualidades bellas en nuestro interior, de lo que es encantador en nosotros, que está ahí, totalmente presente? Es interesante decir esto porque, de nuevo, uno piensa: «Uf,eso va a ser totalmente inútil», pero también puede que uno piense: «¿No sería eso egoico? ¿No sería una especie de viaje del ego?» No lo será, en absoluto. Curiosamente, el crítico interno es, en realidad, un cierto viaje del ego… Solo que está vuelto del revés. El sentido del yo es enorme, está muy exagerado, pero todo es negativo.

Es interesante. Tengo que tener cuidado con las cualidades que reconozco y elijo celebrar  para morar en ese reconocimiento. La presión cultural nos empuja hacia cualidades mundanas: el tipo de coche que conducimos, cómo nos ganamos la vida, el estatus social, etc. Y, de nuevo, uno puede sentir que «no me dejo influir por todo eso, no lo compro». Sin embargo, vivimos en una cultura donde esto es lo que determina la opinión de la gente sobre los demás, a menudo con el ejemplo de los famosos. ¿Cómo sería respetarnos por las cosas importantes? Por nuestra ética, por ejemplo. No suele suceder que abramos el periódico y encontremos una lista de famosos que son elogiados por su sentido ético. Esto sencillamente no se registra en la conciencia de la gente como algo digno de reverencia, devoción o celebración, a menos que alguien haga algo que viole flagrantemente un código ético acordado.

O quizá no se trate ni siquiera de la ética, sino de mi propia intención de vivir éticamente, de preguntarme qué significa vivir éticamente, de explorarlo. Es extraordinariamente bello que esas intenciones surjan en nosotros y, sobre todo en estos días de globalización y cuestiones éticas complejas, que nos importe navegar por estas aguas.  No nos pondrá en los periódicos, ni nos hará famosos ni ricos. Pero hay mucha más belleza ahí que en cualquier otra basura por la que creemos que merecemos respeto, cuando nos lavan el cerebro para que lo creamos.

[9:01] La intención de cultivar cualidades mentales como la amabilidad, la bondad, la concentración, etc. Estas son intenciones bellas, el Buda las llamó intenciones nobles. Algo que merece mucho la pena celebrar. Es muy fácil que perdamos de vista o que no seamos totalmente conscientes de lo que más nos importa. De vez en cuando alguien dice: «Estaba en una fiesta, miré a mi alrededor y vi a tal persona, que toca la guitarra genial, a tal otra, que acaba de publicar un libro y a tal que es muy buen malabarista», etc. «Yo no sabía hacer nada». Esta persona se está perdiendo la corriente de intenciones que hay en ella, la corriente de cuán profundamente le importa algo bello.

Y es extraño decir esto, porque a veces siento que es difícil convencer a la gente de que eso es importante, que supone una diferencia o incluso que merece la pena dedicarle tiempo. Pero a veces las cosas que no parecen valiosas son mucho más importantes de lo que parecen. Aquí hay mucho potencial para alcanzar una especie de inquebrantabilidad. Estamos arraigados en lo que más nos importa. Si vamos a jugar al juego de respetarnos y de juzgar cuánto respeto nos merecemos (que es un juego muy peligroso, de todos modos), al menos dejemos que sea por las cosas correctas, por las que son bellas e importantes, por lo que de verdad importa a nuestros corazones.

(2) En cierto modo, esto nos lleva al segundo enfoque, que tiene que ver con la aspiración. Es posible que no estén separados. Cuando estamos en contacto y alineados con nuestras aspiraciones y nuestra dirección más profunda en la vida, con lo que más nos importa, algo sucede en nuestro ser, en la salud y estabilidad profundas de nuestra conciencia. Puede parecer que no sea tan significativo, pero supone muchísima diferencia a la hora de dejarnos vencer o no por el próximo ataque del crítico interno o externo, o por la próxima comparación en una situación social o en cualquier otro contexto. ¿Estoy arraigado en lo que más me importa?

Esto sucedió hace bastante tiempo, pero se me ha quedado grabado porque es un ejemplo muy potente. Hay muchos más. Estaba en una entrevista con una persona que llevaba bastante tiempo en Gaia House. Estaba entrando y saliendo de cosas muy bonitas y también de mucha lucha con su crítico interno, que la hostigaba. Llegó un día a la entrevista y el crítico estaba encima de ella y se sentía muy maltrecha. Había mucho dolor en todo ello.

Tenía mucho que ver con no sentirse digna, con no merecer, no merecer felicidad, no sentirse digna en la vida. Tenía un novio al que yo conocía y, como ya dije hoy, se daba este patrón en el que el crítico interno se proyecta hacia fuera, por lo que sentía que el novio la estaba menospreciando y se sentía menospreciada en esa relación. Hablamos y ella me compartió este dolor. En un momento dado, le pregunté: «¿Cuál es tu mayor deseo en esta vida? ¿Qué anhela el corazón más que nada en el mundo, en la raíz?». Se quedó un momento en silencio y dio una respuesta muy hermosa. Respondió: «Quiero vivir al servicio del amor». Esa fue su respuesta. «Quiero vivir al servicio del amor». Hermoso. No digo que sea la respuesta de todo el mundo, sino su respuesta. «Quiero vivir una vida al servicio del amor». Surgió algo totalmente diferente.

En ese momento, ella podría haber dejado que surgiera y se desvaneciera, así que la mantuve ahí: «Quédate con eso. ¿Cómo se siente? Saca las palabras, escucha cómo resuenan. Siéntelo en el cuerpo. Y, de hecho, ¿puedes alinearte con ese deseo profundo? ¿Qué significa para el ser y para la consciencia sentir esa profundidad y belleza y sentir que el ser se armoniza con ello?» Ahí hay una devoción en movimiento. Sientes algo que se alinea con un faro, con una dirección que nos importa en lo más profundo. Fue un cambio bastante dramático, se sorprendió mucho.

La mente comparadora se disolvió y llegó la apertura, llegó la alegría, que es totalmente lo opuesto y llegó la fuerza, una cualidad que también estaba ausente. Se había sentido muy oprimida y debilitada por lo que le infligía el crítico interno. Llegaron la fuerza, la alegría, la apertura y la disolución de la mente comparadora. Fue muy, muy fuerte, llegó el resplandor. Fue bastante dramático. Desde luego, no es que fuese algo con efecto permanente: «Listo, se ha arreglado. Es el final del crítico interno de por vida». Pero sí que descubrió algo. Cuanto más estemos en contacto con esa dirección y con su pureza, su belleza, su profundidad, cuanto más podamos vivir cerca de ella, menos poder tendrá el crítico interno. Por desgracia, cuanto más poder tiene el crítico interno, más difícil resulta tan solo conectar con esas cualidades o saber lo que son. Hay algo muy poderoso en preguntarnos: ¿cómo quiero vivir? Tengo esta existencia. ¿Cómo quiero vivirla? ¿Qué quiero dar? ¿Cómo quiero expresarme? Como dije esta mañana, hacerme estas preguntas es una de las capacidades hermosas que tengo como ser humano; hacerme esa pregunta y aferrarme obstinadamente a la respuesta, y vivir cada vez más desde ese lugar. El crítico interno es completamente ineficaz en relación a eso, sencillamente no tiene poder sobre ello. Esto es algo que tenemos que hacer una y otra vez.

(3) La tercera tiene que ver, de nuevo, con la noción de la autoimagen. A veces la gente me pregunta: ¿qué es la meditación de insight? ¿Es una técnica o es otra cosa? Para mí, resumiendo, consiste en aprender a ver de manera diferente, a mirar la experiencia y relacionarme con ella de forma distinta, y mirar y ver y relacionarme de maneras que eliminan el sufrimiento de la experiencia. Esa es la meditación de insight. Hay muchas maneras de mirar y de relacionarse con algo. Por desgracia, la mayor parte del tiempo lo pasamos mirando y relacionándonos con la experiencia y viéndola de formas que consolidan el sufrimiento y crean más sufrimiento. La meditación de insight consiste en aprender distintas maneras de mirar que disminuyen el sufrimiento.

Una de estas maneras es ver que lo que se manifiesta en mí, en cuanto a habla y comportamiento, viene no tanto de un yo, sino de una red de condiciones, de toda una serie de condiciones internas y externas, presentes y pasadas. Todo ello a la vez, co-crea lo que se expresa. Imaginemos que estamos en el trabajo y decimos algo, o cometemos un error, en la manera de hablar o en alguna tarea administrativa, lo que sea. El yo se juzga muy fácilmente. Sacamos una conclusión sobre el yo: «No valgo, no soy capaz, yo, yo, yo, yo». En lugar de ver que la acción se constituye a partir de toda una red de condiciones que se han juntado, sacamos una conclusión sobre el yo. Quizá todo tipo de temas internos, externos, presentes y pasados que se juntan y, pum, llega la acción. No es el yo. ¿Dónde está el yo?

[18:27] Algo que me sucedió hace un par de meses, en otoño, creo: iba a ir a uno de estos días de práctica como el de hoy, pero en otro sitio. Salí el viernes para tomar el tren, había trabajado por la mañana e intentado hacer demasiado. Se me hizo un poco tarde, así que me apresuré a preparar mis cosas, ir al coche e ir a la estación. A mitad de camino pensé: «¡Ay! los billetes de tren». [risas] Busqué en mi bolsa, parado en la carretera, y no estaban dentro. Estaban en mi escritorio. Volví a Gaia House y los encontré allí. Para entonces ya iba bastante tarde, así que conduje como un loco por la carretera. Hay que aparcar bastante lejos de la estación y caminar o, en este caso, correr. Aparqué y corrí hasta la estación.

El tren llegó tarde. [risas] Subí a la estación y, mientras esperaba al tren, [risas] pensé: «¿Habré subido la ventanilla del coche?» No me acordaba. La razón de que no me acordara, hablando técnicamente, es que en el momento de salir del coche no había suficiente atención plena (mindfulness) como para recordarlo. La atención plena y la memoria están conectadas. No había suficiente presencia en torno a «¿He subido la ventanilla?». Comparto esta historia por dos razones: una es para rebatir la creencia, quizá, de que la atención plena es el objetivo del camino. El objetivo del camino es la libertad. Y la libertad viene de absorber y digerir comprensiones profundas. Una de las cosas que lleva a absorber y digerir dichas comprensiones es la atención plena. Es solo una de las cosas. Si creo que todo el camino consiste en la atención plena, en estar en el momento, en estar con lo que hay, etc., habré perdido de vista el objetivo del camino.

Os cuento esto solo porque podría tener una reacción del tipo: «Si ni siquiera puedo prestar atención a bla-bla-bla, no debería estar enseñando el dharma». [risas] Podría verlo desde este punto de vista. Se pueden considerar algunas cosas de esa forma y decir: «No estaba prestando suficiente atención. No soy lo suficientemente bueno. No debería estar enseñando. Bla, bla, bla, bla». Pero también se puede ver desde otro punto de vista: se dieron estas condiciones. Se intentó hacer demasiado trabajo durante la mañana del viernes. Luego sucedieron las prisas, etc. Todas estas condiciones, tanto internas como externas, hicieron que la atención plena (que es otra condición, no es el yo, no puedo juzgarme por estar o no tener atención plena) no tuviese las condiciones necesarias, porque hay condiciones externas e internas, y entonces la atención plena no estaba presente en ese momento. Eso es todo lo que significa, nada más. Sacar una conclusión sobre mí de esto sería lo que llamamos engaño y llevaría al sufrimiento. El objetivo es la libertad que viene del entendimiento; no se trata de la atención plena, sino, aún más importante, de verlo en función de las condiciones en lugar de en función del yo.

Puede que oigáis esto y penséis: «Lo entiendo intelectualmente». Pero se trata de un cambio de perspectiva bastante dramático para la mayoría, porque estamos habituados a mirar las cosas en relación con el yo y a sacar conclusiones sobre nosotros mismos: «No soy esto, no soy suficiente, no soy lo suficientemente bueno, yo, yo, yo, yo». Las conclusiones siempre son sobre el yo, en lugar de ver la red de condiciones. Necesitamos repetir esta manera de ver una y otra vez. A veces podemos necesitar una amistad o un maestro que nos ayude a darnos cuenta de qué hay en la red de condiciones: ¿qué es lo que no estaba viendo? Estoy sacando ciertas conclusiones sobre mí; ¿qué había en la red? Lo miramos juntos y lo vemos de manera diferente, una y otra vez. Nos acostumbramos a mirar de esta manera, en términos de la red de condiciones y del surgir dependiente, en lugar de hacerlo en términos del yo. Y, de nuevo, puede que no suene a un cambio dramático, pero si continúo haciendo esto, con el tiempo supone una diferencia enorme. Toda la estructura de la autoimagen, la autodefinición y las conclusiones sobre uno mismo se abre y se disuelve. El crítico interno es parte de ello. Sin ese tipo de conclusión sobre uno mismo, el crítico interno no puede funcionar, es imposible. Puede que no parezca relevante pero, al hacerlo repetidas veces, algo cambia en la manera en que vemos la vida y a nosotros mismos.

Otra cosa que aprendí aquí es a ser cuidadoso con cuánto planificar o agendar para la mañana del viernes si tengo que ir a algún sitio. No es que uno se absuelva de responsabilidades, sino que se trata de la acción en el futuro y no del yo. ¿Qué elecciones son sabias o sensatas? Es un ejemplo muy sencillo, pero lo hacemos mucho y es imposible que el sufrimiento del crítico interno esté ahí sin este tipo de conclusiones equivocadas. La atención es demasiado estrecha y se centra demasiado en ciertas cosas específicas, y se sacan conclusiones que no son ciertas. No vemos el cuadro completo.

(4) Me voy a saltar un enfoque e ir directamente al último (5). El crítico interno, su dolor y, de hecho, su propio funcionamiento dependen de un cierto tipo de relación con el pensamiento y con la mente pensante. Se sustenta específicamente en nuestra ingenuidad respecto al pensamiento. En otras palabras, tendemos a creernos los pensamientos que pasan por nuestra mente. Solo por tener un pensamiento sobre mí, a menudo doloroso y con carga emocional, tiendo a creerme aquello. Hay algo que está muy bloqueado en la relación con el pensamiento, esa ingenuidad lo ha trabado ahí; de modo que, si podemos romper esa credibilidad automática en el pensamiento y quitarle parte de la autoridad incontestable que le damos, se socavará toda la construcción del crítico interno.

Quiero tan solo ofrecer una práctica: es otra manera de practicar que puede resultar muy útil. Esta tarde hicimos meditación de pie y esta la podéis hacer sentadas o de pie, da igual. Estad presentes en el cuerpo y sentid las sensaciones corporales, quizás en un punto. Me refiero a un tipo específico de práctica meditativa, no tanto para cuando el crítico interno es fuerte (recordad, estamos en la segunda lista). Sentimos el cuerpo, las sensaciones corporales, y luego nos abrimos a todo el campo de sensaciones del cuerpo y empezamos a verlas casi como luciérnagas, como una danza de sensaciones, quizás apareciendo y desapareciendo como un flujo y reflujo de sensaciones dentro del campo del cuerpo, yendo y viniendo, volviéndose más fuertes y transformándose, desapareciendo, etc. La consciencia está abierta a toda esa totalidad, presente con ella. Cuando me sienta asentada, entonces podré empezar a ampliarla aún más e incluir los sonidos.

Los sonidos son muy interesantes porque suelen venir de diferentes direcciones y distancias, de modo que no nos abrimos tanto a un sonido concreto y luego a otro y después a otro más, uno cada vez. En lugar de eso, igual que nos abrimos a todas las sensaciones corporales globalmente, podemos abrirnos a la totalidad del oído de forma global, a la totalidad de los sonidos. Tenemos la totalidad de sensaciones corporales y de sonidos, todo junto. La consciencia es de 360 grados, más abierta, receptiva y permisiva ante lo que viene y va. Es una práctica y, con el tiempo, lo que ocurre es que empezamos a sentir mucha estabilidad. No tenemos un punto fijo de concentración, sino más bien una apertura, un espacio de consciencia. Se empieza a sentir bastante estable, como si pudiera acomodar todo el ir y venir de las sensaciones corporales y los sonidos.

De forma muy natural, casi sin intentarlo, si nos quedamos en este espacio suficiente tiempo con los sonidos y las sensaciones corporales, empezará a incluir los pensamientos. Estos aparecerán y desaparecerán en este espacio igual que los sonidos aparecen y desaparecen en él e igual que lo hacen las sensaciones corporales. Si nos quedamos ahí, todo se convierte en parte de esa multitud, en fenómenos, independientemente de si son sensaciones, sonidos o pensamientos. Todo son todo cosas, luciérnagas, fuegos artificiales en el cielo. Son sólo fenómenos que suceden en el espacio y desaparecen. Lo que estamos practicando es un tipo de permitir espacioso, permitir que las cosas nazcan, vivan y mueran.

Todo lo que estoy contando hoy son prácticas. O dicho de otra forma, una charla es tan buena como cuánto la practique cada persona. Puede que un orador os impresione u os aburra, pero eso es completamente irrelevante. Lo que importa es incorporar algo de lo que dice, utilizarlo y encontrar la manera de que nos lleve hacia la libertad. Se trata de una práctica que se desarrolla a lo largo del tiempo. Y, en algún momento, una vez estemos en ese espacio, tendremos una relación muy diferente con el pensamiento y la mente pensante. Tal como viene, se va. Vienen microeventos, luciérnagas, estrellas fugaces, o como queráis decirlo, y hay espaciosidad en torno a ellos, como si pasaran de largo. Parecen efímeros e insustanciales, y no tenemos que creérnoslos. Hay espacio alrededor de los pensamientos, que suele ser precisamente lo que falta normalmente, sobre todo cuando el crítico interno está en marcha, que no hay espacio en torno a la mente pensante y los pensamientos.

Al pasar más tiempo en ese espacio (recordemos, cuando el crítico interno no es fuerte), empieza a cambiar radicalmente toda mi relación con la mente pensante. Veo que no tengo que creerme todo lo que pienso: un pensamiento solo es un pensamiento, una impresión en la consciencia. Y si me quedo ahí más y más, esa sabiduría, ese insight, empieza a filtrarse en el corazón y en el ser. Con el tiempo, mi relación con el pensamiento cambia. Incluso en medio de la batalla, bajo el ataque del crítico interno, este se ve socavado porque, como dije antes, depende de que nos creamos nuestros pensamientos. Cuando dejamos nuestra creencia y credulidad con relación al pensamiento el crítico interno se queda sin nada en lo que apoyarse, porque sé, he absorbido este insight, que un pensamiento solo es un pensamiento. Ha venido de esta espaciosidad de la consciencia.

Volviendo a lo que dije esta mañana: os ofrecí una lista que no es en absoluto exhaustiva, pero en estos enfoques hay muchas posibilidades y un enorme potencial de libertad. Lo dije antes, pero quiero repetirlo: es completamente factible pasar de sentirse aprisionados por el crítico interno a sentirse libres y acabar con él. En mi estilo de enseñanza no suelo compartir temas de mi propia práctica, pero diré que yo he hecho ese viaje. Cuando digo que es posible, lo digo en serio y lo sé porque me ha sucedido a través de la práctica. Es cuestión de encontrar los enfoques adecuados. Puede que sean ligeramente diferentes; las personas reunimos diferentes prácticas para crear un paquete potente que nos trae esa libertad.

Es curioso, porque he trabajado con personas para las que, literalmente, el crítico interno estaba ahí un día y al siguiente, debido a un profundo insight, desaparecía para no volver. En el caso de otras personas y en el mío, ha sido más gradual. Recuerdo un período en que las palabras de la crítica interna («eres un fracaso», etc.) todavía aparecían, pero ya no tenían ningún poder. Era como si estuvieran funcionando con una inercia ya agotada: solo las palabras, pero vacías, sin significado, sin poder ni dolor asociado. Simplemente, tenía el hábito de criticarme y llamarme esas cosas. Y ahora ya no tenían significado ni poder y, en un momento dado, incluso las palabras dejaron de aparecer. Incluso eso dejó de manifestarse.

Incluso es muy posible llegar hasta tal punto que no solo no aparece, sino que sabemos con total certeza que no puede aparecer, que no puede manifestarse. Parafraseando al Buda, cortamos algo de raíz. Extraemos la misma raíz de ese árbol venenoso y sabemos que no puede volver, que es imposible y lo vemos durante años. Hace años que no aparece. Han pasado todo tipo de cosas, he cometido errores y demás, pero ha sido cortado en la raíz, y uno lo siente, uno tiene la confianza. No puede manifestarse más. Ese viaje es absolutamente posible y es posible para todos. Solo es cuestión de práctica, de encontrar las vías de práctica, poniendo corazón e inteligencia, dedicación e investigación en la práctica.

Bien, guardemos un poco de silencio todos juntos.

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